Respondiendo a Refugiados y Migrants: Veinte Puntos a Seguir

Ensuring family unity and to protect human dignity

Encuentre a continuación un resumen del marco de cuatro verbos del Papa Francisco que guía a la Iglesia en su trabajo con los migrantes.

Información general

El asunto de la inmigración ha sido un tema de especial preocupación para el papa Francisco desde los primeros días de su pontificado. En Lampedusa, durante su primer viaje como Papa, fuera de Roma, el Santo Padre lamentó la globalización de la indiferencia que se muestra a los migrantes y a otras poblaciones. En muchas ocasiones, él nos ha hecho un llamado hacia las poblaciones migrantes quienes, a menudo, permanecen ignoradas y subestimadas o, lo que es peor, consideradas como una amenaza. La enseñanza de la Iglesia llama a todos los católicos a prestar especial atención a las poblaciones migrantes; este llamado tiene importantes dimensiones pastorales y políticas las cuales están orientadas hacia el bienestar espiritual y físico de los migrantes, de sus familias y de las comunidades que los reciben.

Reconociendo el rol vital que juega la comunidad internacional al apoyar a estas poblaciones, el Vaticano recientemente ha dirigido su atención a una iniciativa encabezada por las Naciones Unidas la cual crearía el primer acuerdo intergubernamental para cubrir todas las dimensiones de la migración internacional: los Pactos Mundiales de la ONU sobre Migración y Refugiados. Esperando poder moldear la esencia de estos pactos para que reflejen mejor los principios morales conforme a la Enseñanza Católica, el Vaticano participó en un periodo de discusión y reflexión. Luego de un proceso de amplia consulta con organizaciones y universidades católicas y con conferencias eclesiásticas alrededor del mundo, el Vaticano publicó una lista de Veinte Puntos que pueden ayudar a orientar la promoción y otras formas de participación en el desarrollo de los pactos. Vale la pena señalar que el valor de estos principios no es exclusivo de este proceso; éste también puede informar la labor de los católicos en todo el mundo a medida que involucran a sus comunidades en legislaciones relacionadas con la migración, tanto a nivel local como nacional. Estos puntos pueden utilizarse para iniciar el diálogo entre las conferencias episcopales en diversos países, así como entre las organizaciones y las personas que se dedican a labores relacionadas con la migración. Los Veinte Puntos también pueden informar sobre la manera en que los católicos deben involucrar a los migrantes que viven en sus comunidades o a los que puedan conocer en su diario vivir. Aunque los usos y la implementación de los Veinte Puntos son algo versátil, éstos son particularmente pertinentes para el desarrollo y la finalización de los Pactos Mundiales de la  sobre Migración y Refugiados que se producirán en los próximos meses.

Los Veinte Puntos están estructurados alrededor de cuatro verbos: acoger, integrar, proteger y promover. Por favor, más abajo vean un breve resumen de estos cuatro temas claves y algunas de las maneras en las que son aplicables a políticas relacionadas con la migración.

Acoger

Las personas, quienes se vieron forzosamente desplazadas de sus hogares a causa de la violencia, causas ambientales, vulnerabilidades económicas o por otras razones, a menudo llegan a estar en una situación precaria. Mientras que quizás les sea imposible permanecer en sus comunidades locales, a menudo no tienen a donde ir—por ejemplo, muchos refugiados permanecen atrapados en campamentos para refugiados año tras año.

El primer tema—acoger—hace un llamado a los gobiernos para ampliar las vías legales que permitirían a los migrantes ingresar a un país legalmente y empezar una nueva vida. En pocas palabras, debemos promover sociedades que, en todo lo posible, aspiren a incluir en vez de excluir. Por tanto:

• Los gobiernos deben enfatizar la reunificación familiar e incrementar el número de visas disponibles para este propósito.
• Los países deben adoptar políticas para la reubicación de refugiados que permitan responder a las necesidades de reubicación que identifica anualmente la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. El principio de la no-devolución debe respetarse y mantenerse.
• Mientras que las consideraciones para la seguridad nacional deben tomarse muy en serio, tales consideraciones siempre deben enfatizar los derechos de los migrantes en este proceso. Esto pudiese incluir la colocación en áreas fronterizas de funcionarios públicos y de miembros de las fuerzas del orden quienes estén capacitados en las leyes de derechos humanos y en el derecho internacional de los refugiados. Otro ejemplo es adoptar políticas nacionales que prefieran “alternativas a la detención”, que se abstengan de poner a los niños bajo arresto o a la separación de las familias mediante la detención.
• Los esfuerzos para mantener afuera al forastero deben ser contrarrestados mediante una cultura de encuentro. Es un esfuerzo para facilitar una cultura de acogida; desde hace tiempo, los obispos católicos en los Estados Unidos han apoyado la reubicación de refugiados, el estatus de protección temporal para migrantes que, de otra manera, hubiesen enfrentado un retorno peligroso a su país, y se han involucrado activamente en las comunidades inmigrantes luego de su arribo a los Estados Unidos a fin de asistirles con las iniciativas de integración. El papa Francisco ha llamado insistentemente a todos para que promuevan una cultura de encuentro y de acogida; hacer esto con respeto a los migrantes y refugiados es un primer e ideal paso para responder a su llamado.

Proteger

Por mucho tiempo, la Iglesia Católica ha enfatizado la importancia de proteger la dignidad humana mediante la implementación de políticas humanitarias y el acompañamiento a migrantes. El papa Francisco enfatizó estas acciones en su más reciente Mensaje por el día del migrante, donde escribió: “A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia. Esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso”.
¿Cómo se puede convertirse en política pública este esfuerzo para proteger? La enseñanza de la Iglesia reconoce que los estados tienen el derecho de controlar sus fronteras pero eso no puede ser a costa de la protección de los derechos de los inmigrantes—el derecho a la vida es fundamental y debe ser tomado en consideración cuando se implementen las políticas migratorias.

• Es importante que los países de tránsito y de llegada, en particular, establezcan políticas que ayuden a prevenir el tráfico de personas y otras formas de explotación.
• Los niños migrantes no-acompañados quienes fueron separados de su familia no deben ser detenidos sino, más bien, puestos en custodia temporal o en hogares sustitutos que provean para sus diversas necesidades.
• Los gobiernos deben establecer e implementar políticas que aseguren acceso a unos cuidados básicos para la salud para los migrantes sin importar su estatus, y proveer acceso a oportunidades educativas en todos los niveles de su aprendizaje.
• Es importante que los gobiernos trabajen en conjunto para asegurarse que nadie se convierta en apátrida sino que tenga la oportunidad de convertirse en ciudadano de un país. Esto incrementaría las protecciones tanto legales como otras, que están disponibles para ellos.

Promover

El tercer verbo que incluye los Veinte Puntos del Vaticano hace un llamado a los estados y a las comunidades para establecer condiciones que permitan que los migrantes florezcan plenamente como seres humanos. Debido al rol que tiene el trabajo en el desarrollo de la identidad de una persona y en su habilidad para contribuir a la sociedad, por esa razón:

• El país anfitrión debe promulgar programas de pasantías y aprendizaje para los migrantes calificados y establecer políticas que permitan la evaluación de la experiencia educativa y vocacional de los migrantes adquirida en sus países de origen. Los gobiernos podrían ayudar a facilitar los procesos para otorgar licencias en diversas disciplinas, permitiendo así que los migrantes utilicen sus conocimientos para contribuir a su país de destino y proveer para su familia.
• Los gobiernos deben instituir prácticas que promuevan y conserven la integridad de la familia. Esto debe incluir la implementación de políticas que promuevan la reunificación familiar y, de ser aplicable, ayudar en la búsqueda de la familia a aquellos que fueron separados uno de los otros debido al proceso migratorio. Debería haber concesiones para que los miembros de la familia trabajen después de su arribo.
• A las poblaciones migrantes vulnerables y, particularmente, a aquellas con diversas discapacidades mentales o físicas, se les debe proporcionar dispositivos de asistencia o capacitaciones especializadas que les permitan florecer luego de arribar a su país anfitrión.
• Dado el papel principal que juega la religión en la vida de muchos de los migrantes, es esencial que se establezcan protecciones para la libertad de culto y que eso se les garantice a todos los migrantes, sin importar su estatus migratorio o su identidad religiosa.

Integrar

En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el Papa nos hizo un llamado a cada uno “Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental”. Al hacerlo así, es crucial que les acojamos plenamente y les ayudemos a convertirse en seres activos y participantes en nuestras comunidades. La integración es clave para garantizar esa acogida y compromiso.

La integración no debe ser confundida con el proceso de asimilación, en el cual el migrante pierde completamente su herencia cultural sino que, al contrario, es un proceso en el cual la herencia cultural de la persona puede ayudar a enriquecer la vida cotidiana de su país anfitrión el cual, con el tiempo, puede también convertirse en su país de residencia. Por lo tanto, la integración no es una vía de un solo sentido sino una oportunidad para un diálogo mutuo. La comunidad anfitriona, mientras se esfuerza por enseñarle a los migrantes lo que significa ser parte de un nuevo país, debe también hacer el esfuerzo para entender y apreciar la riqueza cultural que los migrantes traen consigo. Estos esfuerzos de integración pudiesen incluir, por ejemplo, ayudar a los migrantes a aprender el idioma local para que ellos puedan desenvolverse con facilidad en su nueva patria.

La ciudadanía es un componente importante para garantizar que una persona sea parte contribuyente de la comunidad y que esté totalmente integrada. En nuestro mundo moderno, la ciudadanía le da a la persona la habilidad para participar en la sociedad y, a menudo, le proporciona una variedad de protecciones legales y diversos derechos que no están necesariamente disponibles para los no-ciudadanos. La ciudadanía no solo debe basarse en el nacimiento sino que debe estar disponible para todos sin que importe su estatus económico, si es que posee propiedades u otros factores extrínsecos.

Además, se debe promover ejemplos positivos de migrantes y de sus comunidades y repudiar aquellas historias basadas en el temor que se aprovechan de las inseguridades de la población nativa. Estos esfuerzos ayudarán a reducir la hostilidad que a veces está dirigida a las comunidades inmigrantes y brindarán las condiciones por medio de las cuales estas comunidades se podrán convertir en comunidades activas y miembros participantes en su país anfitrión.